Las plantas ruderales son especies sinantrópicas que prosperan en sitios perturbados asociados con asentamientos humanos,, Isabel Martínez de la Cruz, et al.
Como la maleza silvestre que brota al paso de un transeúnte que perdió el camino, la pintura de Alejandra Ruiz emerge desde los intersticios de la experiencia personal, diríase recóndita, hacia un espacio en el que invita al observador a participar en un juego perverso: el de exponer y, al mismo tiempo, no mostrarse. Ya sea mediante una imagen solitaria o por la multiplicación de elementos que se esparcen sin orden aparente por el cuadro, sus trazos, a veces inconclusos, a veces expresionistas, a veces delicados, se debaten entre la intención realista por capturar un momento poético y un afán de abstracción que escudriña formas orgánicas primarias. De carácter figurativo, su atención, empero, no está puesta en la imagen humana, y cada vez menos, como en el caso de las ruinas de la Antigüedad que sedujeron a los pintores flamencos, en las huellas de sus asentamientos. De los cascajos inanimados, los cuales niegan la presencia humana si no es en su estado de sombra o recuerdo, transita ahora a las plantas que simbolizan el renacimiento. Pero, en su negación, la convierten en referente, aunque no de manera categórica, sino por alusión, encarnando esa intuición de que alguien (nos) observa. Esa no-presencia parece ocultarse en la multitud vegetal, que engañosamente evoca la voluptuosidad de la selva, su imaginación desbordada. Sin embargo, la fría paleta de verdes, azules, negros y, sobre todo, grises, contradice esta ilusión optimista. La proliferación es, entonces, una estrategia. Sirve para ocultar la tímida voluntad de permanencia que germina, contra toda esperanza, en los resquicios y las hendiduras, esto es, en un espacio marginal. Nos recuerda que, en los derroteros abandonados y entre las oquedades de casas y asfalto, calladamente y sin nuestro permiso afloran las plantas para reconstruir, resiliente, la Vida. Acaso habrá una mirada que las contemple; es más difícil encontrar una mano que las acaricie. -Baudelio Lara